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El sacrificio de un distinto

  • Ulises Barbera
  • 11 jul 2017
  • 1 Min. de lectura

Era el año 1994 cuando entro de la mano de su abuela, petizo, menos de metro y medio, ropa de fútbol holgada; balón rasgado en mano, regalo de su más grande fan, Celia. Mirada fija en el campo de juego, y con la mente fija en sus sueños. Fija como un perro observando su juguete favorito. Y así, con un objetivo en mente, esfuerzo y dedicación progreso, tenía un problema, no podía crecer, pero no estamos hablando de lo futbolístico, sino biológicamente, y en Argentina se negaron rotundamente a pagarle el debido tratamiento que tanto costaba. Un día llegó la oportunidad que tanto deseaba, en el viejo continente, en la región de Cataluña, en un bar, y en una servilleta, firmó su primer contrato. Muy cuestionado, varios dijeron que fracasaría, que no resultaría, pero no escucho, solo tenía en mente su sueño de pequeño, y a su heroína, su abuela Celia.

En España obtuvo el tratamiento, y creció tanto que no se sabe hasta dónde llegará. Hoy es uno de los mejores gambeteadores, goleadores, y jugadores del mundo. Rompe todo tipo de records, y es nuestro…es argentino…es Lionel Andrés Messi.

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