El Verdugo
- Ulises Barbera
- 13 jul 2017
- 2 Min. de lectura

Era el 13 de Julio de 2014, el Maracaná estaba plagado de banderas del equipo “local”, ahí estaban los 11 del equipo azul, millones de personas pechaban, empujaban al equipo en todo el mundo, coreando el himno, con la camiseta más firme que nunca. Estrecharon brazos los capitanes, los árbitros, y comenzaron los nervios, mientras tanto, el verdugo, sin saber que lo era, veía desde la banca. Finalizó el primer tiempo, con un partido parejo hasta el momento. Oportunidades claras para el “local”. Comenzó el segundo tiempo, la cancha parecía que iba a explotar, ni los propios pensamientos de uno mismo podían oír. El ambiente era soñado. El partido llegó a los 90’ minutos sin goles. Pero el cansancio estaba presente, dolían las piernas, faltaba el aire, y el cuerpo ya no respondía la cabeza jugaba de ahora en más, y aún faltaban 30’ minutos. Pero había alguien que no había sufrido cansancio alguno, que estaba esperando para sentenciarlo todo sin saberlo.
En las tribunas se seguía viviendo un ambiente de euforia total. Arranco el suplementario, el gol parecía difícil que llegara, la gente ya se preparaba para sufrir en la sentencia máxima, los penales. Cuando finalizaron los primeros 15’ minutos, llegó el momento, entró quien sería el verdugo del partido, de millones de personas, de todo un país. En el minuto 112’, un error defensivo, una pelota aérea que encontró un pecho, encontró al verdugo, estaba ahí, frente a la víctima, con el proyectil entre sus piernas, disparó, y la victoria estaba clara, no había nada que hacer. Ya no jugaban ni las piernas, ni la cabeza, ni había psicología que fuera capaz de levantar al equipo. Finalizó el partido, y así, Mario Götze con la medalla dorada colgada en el pecho, con el pecho inflado puede decir hoy y siempre “Yo fui el verdugo de la Argentina en el 2014”.
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